La Alfa Perdida. Capítulo 32. Por RaeDMagdon

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Y hoy por ser, digamos así, re- inauguración del blog, doble capítulo ya pronto terminaremos con este fic para darle paso a los demás proyectos nuevos, y sin mas nada que agregar disfruten este nuevo capítulo nwn.

Advertencia: Este fic tiene contenido omegaverse (futanari) para quienes no le guste está temática, puede pasar de largo nwn.

PD: Los fics no son mios, yo solo traduzco por estos lados siempre dando créditos a sus verdaderos fickers, esto lo hago solo de fan para fans :3


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 CAPÍTULO 32

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Korra dejó que su peso volviera a caer sobre su pie izquierdo, levantando ambos brazos para protegerse la cara mientras esquivaba los cables metálicos de Kuvira. Su corazón latía locamente en su pecho y sus músculos ardían por el esfuerzo, pero su chi fluía tan fuerte y rápido que apenas pudo liberarlo a tiempo. Cada ataque contaba. Cada bloque importaba. Cada vacilación era una oportunidad para que Kuvira tomara la delantera.

 

No puedo dejarla ganar. No esta vez.

 

Apretó los dientes, rodeando a la derecha y enviando una columna de aire giratoria hacia Kuvira con un golpe circular de su puño. Kuvira se movió sin problemas, enviando más hojas de metal como cuchillas hacía Korra. Una de ellas silbó peligrosamente cerca de su mejilla, pero ella se alejo, haciendo una ráfaga de fuego directamente a la cara de Kuvira con una patada giratoria.

 

Pero no llegó a caerse. Kuvira era demasiado rápida. Más hojas de metal se dirigieron hacia ella, demasiadas para contar, y Korra retrocedió, agachándose y zigzagueando. Esto no funciona. Apuntó unos cuantos golpes de fuego a medias en la dirección de Kuvira, solo para evitar que se sintiera demasiado cómoda. La maestra de metales los evitó fácilmente, su rostro se contrajo de rabia, los ojos ardiendo con determinación.

 

Kuvira está peleando como si no tuviera nada que perder, y yo peleando como si tuviera todo que perder.

 

Y ella tenía mucho que perder. Asami, Yasuko, sus amigos, todos en Ciudad República...

 

Cuando Kuvira recargó de nuevo, Korra se mantuvo firme, plantando los pies y levantando ambos brazos. Un panel de metal crujió, curvándose y saliendo desde el suelo, formando un escudo justo a tiempo para bloquear el ataque de su oponente. Antes de que Kuvira tuviera la oportunidad de retroceder y volver a intentarlo, Korra cambió de postura, se lanzó al aire con una ráfaga de viento y se precipitó sobre la parte superior de la pared de metal.

 

Finalmente, logró conectar un golpe. Kuvira salió volando hacia atrás, chocando contra uno de los paneles de control y golpeándose la cabeza contra el parabrisas. Korra se apresuró a avanzar, preparándose para aprovecharse de su aturdida enemiga, pero Kuvira aún no estaba fuera de combate. Se recuperó al instante, arremetiendo más rápido de lo que Korra había visto nunca moverse a nadie más que a un maestro aire.


Cuando chocaron, ni siquiera tuvo tiempo de molestarse en agacharse. Saltó, cerró las piernas alrededor de la cintura de Kuvira y haciendo una torsión de su cintura, en un intento de tirarla al suelo.

 

Kuvira se desplomó. Aterrizó con fuerza, rodando con el golpe, y Korra saltó tras ella. Tienes que hacer esto. Levantó el brazo por encima de la cabeza, preparándose para bajarlo. No más debilidad. No más vacilaciones. Hay que detenerla... por tu hija, tu pareja ...

 

Algo sólido chocó con su estómago, sacando el aliento de sus pulmones y enviándola a volar hasta que sus hombros chocaron contra la pared. Cuando el panel de metal que la había enviado disparada hacia atrás cayó al suelo, Korra se dio cuenta de lo que había sucedido: Kuvira le había robado la idea.

 

Se apartó de la pared y aterrizó de nuevo en el suelo agachada mientras esperaba que el polvo se asentara. Finalmente, vislumbró a Kuvira levantándose. -"Se acabó"-, jadeó mientras trataba de planificar su próximo movimiento. Sin su estado Avatar, ella y Kuvira estaban bastante igualadas, y si lo usaba... tengo miedo de lo que suceda. ¿Qué pasa si todo este meca aún lleva dentro a Mako y Bolin y todos los demás dentro? ¿Qué pasa si pierdo el control?

 

-"No perderás el control"-, susurró otra voz en su cabeza, una que sonaba notablemente como la de Asami. 'El estado Avatar es parte de ti. Parte de nosotros. No tienes que tener miedo '.


-"Esto no ha terminado, Avatar"-, escupió Kuvira, pasando su manga por su boca. -"Es solo el comienzo"-. Ella se lanzó hacía adelante y Korra corrió a su encuentro.

 

La colisión para la que ambas se estaban preparando nunca sucedió,ya que una luz púrpura brillo por toda la cabina, y todo el meca comenzó a balancearse hacia adelante y hacia atrás. Korra tropezó, luchando por mantener el equilibrio, y cuando se volvió para mirar a Kuvira, vio que su enemiga estaba haciendo lo mismo. Por un momento, sus ojos se encontraron con una mirada de terror compartido. Entonces aquello sacudió su cabeza.

 

Una explosión baja retumbó a través de la cabina. Las láminas de metal dobladas se sacudían y traqueteaban. De repente, estaban cayendo, girando en espiral hacia abajo durante varios segundos interminables. Korra levantó los brazos, rodeándose a sí misma y a Kuvira con un cojín protector de aire. No hubo tiempo para preguntarse si había hecho lo correcto al ayudar a su enemiga. Apretó los dientes y mantuvo el escudo aún cuando la cabeza del meca chocó con el suelo, levantando una columna de polvo.

 

Tardó varios momentos en ponerse de pie. Sentía que en su cuerpo se estaba formando un gran hematoma, especialmente en el lado derecho. A pesar del dolor, se obligó a ponerse de pie, buscando a Kuvira a su alrededor. La maestra metal yacía despatarrado a unos metros de distancia, completamente inmóvil. Korra observó la subida y bajada de su pecho, sin saber si sentirse aliviada o decepcionada cuando la vio. Al menos esto se acabó. Se incorporó apoyando parte de su peso contra la pared, obligando a sus miembros pesados a adoptar una postura descuidada de Tierra Control. No podía ver mucho a través de las ventanas rotas de la cabina, todo lo que podía ver era roca.

 

Con un gruñido saliendo de su boca, se dispuso a mover los pedazos más grandes de tierra y cemento. Después de algunos empujones, un trozo de cielo azul apareció a la vista y soltó un suspiro de alivio. No había tiempo que perder. Necesitaba poner a Kuvira bajo custodia y asegurarse de que Mako, Bolin y los Beifong hubieran sobrevivido al desastre. Con solo un poco de renuencia, Korra deslizó un brazo por debajo de la forma inerte de Kuvira, tirándola de pie y arrastrándola hacia la libertad.

 

Fue necesario maniobrar para que Kuvira atravesara la ventana rota de la cabina, pero se las arregló. Una vez que estuvieron a la intemperie de nuevo, Korra bajó la espalda al suelo, mirando hacia abajo justo a tiempo para ver los ojos de la maestro metal parpadeando. -"Se acabó"-, jadeó, dejándose caer sobre una de las rocas cercanas para recuperar el aliento.      -"Vas a retirar a tu ejército y te rendirás al presidente Raiko. Entonces, tú y..."-

 

El brazo de Kuvira lanzó un ataque, enviando un trozo de escombros, que iba volando directamente hacia Korra. No hubo tiempo para redirigirlo. Korra gritó cuando la piedra chocó contra un lado de su cara, la fuerza del golpe la envió hacia atrás. Se derrumbó sobre los restos desmoronados de lo que una vez había sido un edificio, rodando durante varios segundos hasta que se detuvo. Su hombro dolorido golpeó el suelo en un ángulo incómodo, y sus intentos de volver a ponerse de pie no sirvió.

 

Kuvira... Parpadeó, luchando por aclarar su visión borrosa. ¡Ella está escapando!

 

Korra se incorporó tambaleándose de nuevo, resbalando varias veces antes de que lograra encontrar el equilibrio. Tan pronto como estuvo segura de que no volvería a caer, echó a correr y volvió a subir la colina. Llegó a la cima justo a tiempo para ver a Kuvira corriendo hacia la Selva Espiritual, sosteniendo un brazo a su costado. Korra apretó los dientes, gruñendo con determinación. Si Kuvira escapaba a las Tierras Salvajes, sería casi imposible localizarla.

 

-"¡Kuvira, detente! ¡Ríndete!"-


 

No hubo respuesta. Korra corrió hacia el bosque, buscando entre las enredaderas en busca de alguna señal de movimiento, pero no encontró ninguno. Kuvira había desaparecido entre la maleza. Todo lo que quedaba eran columnas silenciosas y la luz del sol que se filtraban a través de la copa de los arboles. -"Por favor, detén está locura!"-, gritó, subiéndose a una de las raíces de los árboles altos. Quizás era una tonta por esperar que a su enemiga todavía le quedara algo de razón, pero tenía que intentarlo. -"Tiene que terminar ahora".-

 

Para su sorpresa, la voz de Kuvira resonó hacia ella desde cierta distancia. -"¡Si realmente quieres terminar con esto, entonces ven a buscarme!"-

 

La frente de Korra se arrugó. Si Kuvira se estaba burlando de ella, eso significaba que la maestro metal había encontrado una posición defendible. No importa. Ella es una amenaza para tu familia, tu hogar. Tienes que atraparla. Ella saltó de su posición y siguió el sonido, agachándose debajo de una rama que sobresalía y abriéndose camino hacia un claro. Mientras apartaba a un lado las enredaderas colgantes, captó el destello de luz sobre el metal. Ella jadeó, tambaleándose hacia atrás y levantando las manos. El cañón espiritual colgaba en el aire, suspendido en una cuna de enredaderas, su boca gigante apuntaba directamente hacia ella.

 

-"Yo gane, Avatar"-, dijo Kuvira desde su posición junto al enorme cañón. -" Ahora se acabó."-

 

Korra trató de gritar, pero todo lo que salió fue un desesperado -"¡No lo hagas!"- El interior del cañón se llenó de una brillante luz violeta, zumbando y estremeciendo todo mientras se preparaba para disparar. Ella saltó, arrojándose a un lado justo cuando el rayo salió disparado. Chocando justo contra el suelo a unos metros de sus pies, tallando un surco humeante en el suelo, sin dejar de moverse. Destruyendo pedazo de tierra, luego giró salvajemente hacia el cielo, cortando los troncos de varias enredaderas gruesas y los escombros desmoronados de los edificios abandonados.

 

-"¡Apágalo!"- Gritó Korra, saltando hacia atrás y corriendo fuera del camino mientras el rayo se lanzaba hacia ella de nuevo. Atravesó la Selva Espiritual y como si fuera el filo de una espada reluciente gigante, destruyó todo a su paso.

 

Vio fugazmente el rostro de pánico de Kuvira entre las enredaderas que se balanceaban. -"¡No ...no puedo!"- El cañón dio una sacudida estremecedora, arrojando a Kuvira de su posición y enviándola al suelo. Golpeando contra el suelo con un grito asustado, tratando de escapar, pero no pudo moverse lo suficientemente rápido. Un rayo se dirigía hacia ella, desde sus ojos se reflejaba el brillante rayo acercándose cada vez más, preparándose para devorarla.

 

Korra no tuvo tiempo de pensar. Hoy no habría más muertes, ni siquiera la de Kuvira. El miedo ciego en el rostro de la otra alfa era también el suyo, el mismo terror que la había arañado durante los últimos tres años. Una brillante luz blanca creció dentro de ella, y una ola de luz cálida y familiar la inundó. Comenzó en los puntos de su chi y fluyó a través de sus extremidades, tomando el control de su cuerpo. Ella no tenía miedo, sabía exactamente qué hacer. Levantó los brazos, mirando hacia el cañón, con la barbilla levantada de manera desafiante.

 

El rayo nunca golpeó. Rompiendo ante ella en todas direcciones, inclinándose a su voluntad. Podía sentir su poder puro vertiéndose sobre ella, casi abrasador, pero no dolía. Ella era un canal, un camino, un punto de liberación de toda la presión explosiva del rayo. Su energía la atravesó cada vez más rápido, creciendo cada vez más hasta que no pudo contenerla por más tiempo. El suelo tembló junto con ella, comenzando a perder el control.

 

No. Puedo hacer esto. Apretó los dientes, el sudor le corría por la frente. Sé que puedo hacer esto ahora.


Ella trató empujar lejos el rayo, pero este empujó de vuelta. Algo se rompió y el mundo entero explotó con un fuerte y retumbante crujido. Todo se volvió en un brilló blanco y vacío, y Korra no vio más. Su último pensamiento antes de que la luz la cegará fue sobre Asami, el último vistazo que le había robado a su amada antes de desaparecer en el agujero que Hiroshi había abierto para ellos. Habían estado muy separadas, pero Korra no había necesitado estar cerca para imaginarse la devastación en el rostro de su mate.


Lo siento mucho, Asami. Lo intenté...

 

* * *

 

Un ligero viento le revuelve el pelo y le acaricia la mejilla como la mano fría de un ser amado. Los párpados de sus ojos lo siente pesados, pero después de una inhalación lenta y profunda, logra abrirlos. Los colores se arremolinan ante ella, borrosos al principio, pero tomó forma gradualmente. Un reflejó de ella misma se cierne ante ella, de color rojo oscuro y brillante.

 

En el pasado, el reflejo la habría asustado. Ha pasado tres años siendo perseguida por su propia sombra, un eco de sus errores, sola pero a la vez no. Esta vez, no tiene nada de qué esconderse. Esta persona es ella y no se avergüenza de quién es. No tiene miedo de recordar los eventos que la han hecho ser la persona que es ahora, y que en algún momento la quemó por dentro a si misma. Ha cometido errores y ha luchado por corregirlos. Ella ha sabido que el miedo es peor que cualquier dolor físico, pero no la ha roto.

 

Gradualmente, el reflejo cambia, ondeando como si fuera la superficie de un estanque cuando una piedra era lanzada a ella. Transformándose y volviéndose más angular. Pronto, ella está mirando el rostro relajado de Kuvira en lugar del suyo. El cabello oscuro de la alfa nada alrededor sobre su cabeza como si fueran sábanas sueltas, como si estuviera buceando en las interminables aguas azules de un océano. Por un momento, parece casi en paz, pero cuando sus ojos se abren, están muy abiertos y aterrorizados, como si estuviera a punto de ahogarse. Su boca se abre, buscando aliento que no está allí, y el corazón de Korra se sacude. ¿Cuántas veces ha intentado y no ha podido respirar, atrapada dentro de sí misma y golpeando las paredes de su propia mente?

 

La neblina azul que las rodeaba comenzó a disolverse, reemplazada por una cálida ola de dorada, y la sensación de ingravidez que las impulsaba desapareció. Korra se relajó mientras flotaba suavemente hacia el suelo, asimilando el mundo que se había materializado a su alrededor. Ella ya sabía dónde estaba, todo el aura del Mundo de los Espíritus era tan diferente de su propio plano de existencia que no pudo evitar reconocerlo, pero el campo de flores púrpuras en el que ella y Kuvira aterrizaron fue una confirmación adicional. De alguna manera, se las habían arreglado para romper la barrera entre mundos.

 

Junto a ella, Kuvira dejó escapar un gemido y cayó hacia adelante. Por instinto, Korra se apresuró a agarrarla, deslizando un brazo debajo de su espalda para apoyo adicional. Fue un intento de ayudar, pero Kuvira no lo tomó como tal. Ella se apartó con sorpresa, soltando un grito de pánico y retrocediendo como si se hubiera quemado. Sólo cuando estuvo a una distancia considerable habló, todavía acurrucada en una posición defensiva. -"¿Qué pasó?"- Giró la cabeza, contemplando el campo de flores y los árboles rojos retorcidos. -"¿Estamos... muertas?"-

 

Korra volvió a ponerse de pie, sacudiendo la parte delantera de sus pantalones y rodando sus hombros. Hasta ahora, no parecía que sus heridas fueran demasiado graves. Le dolían, pero no lo suficiente como para atrofiar sus movimiento. -"No, estamos bien"-, dijo, manteniendo su distancia de Kuvira. Ya no había ningún lugar al que su enemiga pudiera correr. -"Pero estamos en el Mundo de los Espíritus"-. Se volvió hacia la fuente de la luz dorada, mirando hacia la amplia columna que se extendía interminablemente hacia el cielo gris descolorido. -"Toda la energía de tu arma debe haber abierto un nuevo portal y habernos traído aquí".-

 

La mirada de miedo de Kuvira se desvaneció en una de confusión. Ella bajó la cabeza, mirando hacia el suelo con una expresión que Korra casi podía creer que era vergüenza. -"¿Por qué salvarías mi vida, después de todo lo que te hice?"-

 

O tal vez sea una vergüenza. Conozco ese tono de voz. ¿Cuántas veces le he hablado a Asami de esa manera? ¿Como si me sorprendiera que ella pudiera siquiera pararse a mirarme? Korra luchó por una respuesta. ¿Por qué salvaste a Kuvira? ¿Por qué arriesgaste tu propia vida para protegerla?


 

La respuesta a esa pregunta no requirió mucho esfuerzo para encontrarla. Estaba justo bajo de la superficie, esperando a ser descubierto. Había sentido empatía por la expresión de terror en el rostro de la otro alfa. Las grietas de miedo que se asomaban a través del escudo de piedra con el que Kuvira se protegía eran las mismas grietas que ella llevaba. Durante los últimos tres años, había aprendido demasiado bien qué era el miedo. Había elegido huir de sus pesadillas con el rabo entre las piernas, pero Kuvira había optado por mostrar los dientes, quedarse y luchar, sin importar el costo para los demás y para ella misma. Esa fue la diferencia entre ellas. Aunque Korra sabía que no podía perdonar a Kuvira por lo que había hecho, podía entenderlo.

 

-"Supongo ... veo mucho de mí mismo en ti".-

 

Los ojos de Kuvira se fijaron en ella una vez más, agrandándose con sorpresa y luego entrecerrándose con ira. -"No somos para nada iguales"-, escupió, pero la declaración carecía de su convicción habitual. Sus hombros ya estaban hundidos ante la derrota.

 

Korra no respondió al deslucido desafío. Había visto lo suficiente como para saber que la rabia y el desafío de Kuvira eran todo un espectáculo. En el interior, su enemigo estaba tan aterrorizado como lo había estado en sus peores días. -"Sí, lo somos. Ambas somos alfas. Somos feroces, obstinadas, decididas a tener éxito... a veces sin pensar bien las cosas".-

 

-"¿Qué?"- Kuvira resopló con burla, lejos de estar impresionada con la explicación. -"¿Crees que nuestro status es suficiente para hacernos iguales?"- Pero su amargura no duró mucho. Cayó de rodillas una vez más y bajó la cabeza, su cabello caía como una cortina  alrededor de su rostro. -"No era así como quería que terminaran las cosas. Si todos se hubieran rendido, nada de esto habría sucedido".-

 

Korra se echó a un lado los mechones entrecortados de su propio cabello corto. Se había escondido detrás de él más de una vez, incluso después de cortarlo. Lentamente, se acercó a su enemiga derrotada, extendiendo una mano hacia arriba para mostrar que no era una amenaza. El aura de Kuvira estalló, chocando con fuerza contra la de ella, y permitió que fluyera a su alrededor sin alejarla. -"Tú misma lo provocaste"-, dijo simplemente, sin una acusación dura. -"Jugando con las enredaderas espirituales, actuando como un dictador sobre tu gente. Tenías que saber que lo que estabas haciendo no estaba bien".-

 

De repente, Kuvira se volvió hacia ella con los ojos ardidos. -"Estaba tratando de ayudar a mi gente"., gruñó ella, con los labios abiertos sobre los dientes. ."Su le dio la espalda al Reino Tierra. ¡Te habías ido! Tenía que hacer algo".-

 

Hiciste demasiado. No hice nada. Ambas estábamos asustados y las dos estábamos equivocadas. 


-"Creo que lo entiendo ahora".-

 

Kuvira se apartó bruscamente de nuevo, con la cara todavía torcida por el odio. -"No entiendes nada de mí."-

 

-"Si entiendo."- Se inclinó para sentarse junto a Kuvira, mirando tristemente al suelo en lugar de tratar de encontrar la mirada cambiante de la otra alfa. -"Su me contó cómo te acogió cuando eras pequeña. Debe haber sido difícil ser huérfana".-

 

-"No pretendas saber lo que se siente".- Kuvira exteriorizo un gesto, pasando su brazo por encima del campo de flores violetas como si fueran una gran multitud. -"El Avatar es adorado por millones. Mis propios padres me dejaron a un lado como si no significara nada para ellos. ¿Cómo podría simplemente...?"- Hizo una pausa, una sola lágrima recorrió su mejilla. -"¿Cómo podría quedarme quieta y ver que le sucediera lo mismo a mi nación, cuando necesitaba a alguien que la guiara?"-


 

Korra arrancó una de las flores, haciendo girar su tallo entre sus dedos. Para poder hablar con Kuvira, necesitaría hablar del dolor y el miedo que aún vivían dentro de ella, aunque solo rozar sus propias cicatrices recién curadas era suficiente para hacer que sus manos temblaran. -"Querías crear un lugar donde tú y tu gente nunca volverían a ser vulnerables. Créeme... hubo un tiempo en el que hubiera dado cualquier cosa por un lugar como ese. Un lugar donde no tuviera que tener miedo".-

 

Kuvira se pasó la manga por la cara y olisqueó de forma sonora. -"¿Asustada? Eres el Avatar. ¿De qué tienes que tener miedo?"-

 

-"De todo",- susurró Korra. -"Puede que no haya sido una huérfana, pero créeme, entiendo lo que se siente tener miedo. Después de ser envenenada, habría hecho cualquier cosa para tener control. No podía caminar, no podía pelear... Ni siquiera podía cuidar de mi propia compañera y cachorro. Pensé que era débil y que no valía nada, así que me fui. Pensé que todos estarían mejor sin mí".-

 

-"¿Por eso desapareciste?"- Preguntó Kuvira, volviéndose para mirarla de nuevo por fin. Parecía confundida más que enojada, y sus ojos todavía estaban enrojecidos y brillantes. -"¿No te da vergüenza? ¿No te sientes terrible por abandonar al mundo cuando te necesitaba?"-

 

Una familiar lanza de culpa atravesó el estómago de Korra, pero no dejó que el dolor la abrumara. En lugar de concentrarse en eso, lo aceptó y continuó. -"Por supuesto. Y algún día, mirarás hacia atrás y te sentirás terrible por lo que le has hecho al Imperio Tierra y a Ciudad República ...y a Baatar Junior".-

 

Ante la mención del nombre de su pareja, Kuvira se estremeció por reflejo. Su mano se disparó hasta la garganta, agarrando el cuello de la camisa, y Korra vio que sus dedos temblaban allí. La otra alfa no habló, pero Korra reconocía fácilmente la culpa con la que estaba luchando. -"Estabas peleando tan duro que perdiste de vista lo que era realmente importante. Baatar Junior te amaba. Nunca quise pelear contigo. Su nunca fue tu enemiga. Todos te habríamos ayudado y perdonado si solo lo hubieras pedido... pero sé lo aterrador que es pedir. Parece que es imposible".-

 

-"Pensé que estaba haciendo lo correcto"-, murmuró Kuvira, con los labios temblando en cada palabra que decía. -"Ahora ya no sé qué es eso. Quizás nunca lo supe".-

 

-"Puedo decirte qué es lo correcto"-, dijo Korra. -"Tienes que hacer lo que yo hice. Admite que te equivocaste y discúlpate. Intenta corregir tus errores, incluso si parece que es muy poco o demasiado tarde".-

 

"¿Pedir disculpas?"- Kuvira trató de reír, pero todo lo que salió fue un graznido. -"¿Cómo me disculpo por destruir una ciudad? ¿Por apoderarme de un reino? ¿Por casi matar a mi propia pareja?"- Hizo una pausa, mirando a la distancia mientras más lágrimas rodaban por su rostro. -"¿Cómo me convertí en... esto?"-

 

En un impulso, Korra se acercó, colocando una mano sobre el hombro tembloroso de Kuvira. Casi esperaba que Kuvira se encogiera de hombros, tal vez incluso la atacara de nuevo, pero los movimientos bruscos nunca llegaron. En cambio, la otra alfa se acurrucó más sobre sí misma, dejando que la mano permaneciera donde estaba. -"A veces, el miedo nos convierte en personas diferentes"-, dijo Korra suavemente. -"Nos hace hacer cosas de las que nos arrepentimos. Pero en realidad no somos nosotros. Este eres tú verdadero yo, no la mujer que estaba controlando ese meca gigante. No puedes seguir escondiéndote dentro de ella solo porque tienes miedo".-

 

-"¿Qué me va a pasar después de esto?"- Preguntó Kuvira. Miró hacia el portal espiritual, su luz iluminaba las líneas brillantes que iban desde sus ojos hasta su barbilla.

 

-"No lo sé,"- admitió Korra. -"Eso depende de ti. Probablemente irás a prisión, pero puedes elegir lo que haces con eso. Tal vez un tiempo a solas te dé la oportunidad de descubrir cómo quieres hacer las paces".-


 

-"¿Crees que es posible hacer las paces?"- Preguntó Kuvira, con una cruda esperanza que era casi dolorosa para Korra mirar. Le recordaba demasiado al suyo.


-"Tal vez. Tal vez no. Pero sé que no podrás vivir contigo misma de ahora en adelante a menos que pruebes algo."- Retiró la mano del hombro de Kuvira, se puso de pie y se la ofreció. -"Ven conmigo. Saldremos junta. No tienes que ir sola esta vez."-

 

Kuvira vaciló, claramente insegura, pero finalmente, tomó la mano extendida y la apretó con fuerza. Korra sonrió, ayudándola a ponerse de pie. Juntas, los dos se volvieron hacia el portal espiritual, viendo como los brillantes hilos dorados del interior giraban y giraban.

 

Ya voy, Asami, pensó Korra mientras daba el primer paso. Esta vez, he cumplido mi promesa. Esta vez, no te haré esperar.

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