Hola gente bonita, de ante mano una mil disculpa por no haber subido capítulo nuevo la semana pasada, ya saben de vez en cuando pues se necesita un tantito de descanso y salir a pasear, aunque nunca puede faltar algún capítulo nuevo nwn.
Nota: Si aún no se han leído la saga entera de La Estrategia de una Omega vayan a nuestro LISTADO.
Me imagino que este fic ocurre entre el epílogo de La Alfa Perdida, por lo que aún ninguna de las dos se han ido de vacaciones al Mundo de los Espíritus. Asami ya está embarazada de su segundo hijo, pero en realidad aún no se nota mucho, casi nada. (Por eso ella ya no está en celo, ya que está embarazada.)
Sigan a la autora en Ao3 RAEDMAGDON y lean su fanfic, no olvidando dejarle amor nwn
Advertencia: Este fic tiene contenido omegaverse (futanari) para quienes no le guste está temática, puede pasar de largo nwn.
PD: Los fics no son míos, yo solo traduzco por estos lados siempre dando créditos a sus verdaderos fickers, esto lo hago solo de fan para fans :3.
Capítulo 3
―Señora. ¿Sato?―
Asami levantó la vista del papeleo que había estado estudiando detenidamente, sintiendo la rigidez en su columna. ―¿Sí, Hai Yun?― preguntó, poniendo una mano en su espalda baja y arqueándose en busca de alivio. ―Lo siento, he estado sentada por mucho tiempo, más de lo pensado. ¿Qué hora es?―
Su asistente, una omega de baja estatura de rostro redondo y de ascendencia del Reino Tierra, sonrió cortésmente. ―Veinte minutos para las siete―.
―¿En serio?― Asami hizo una mueca. ―Deberías haberte ido hace casi una hora. Sabes que no tienes que quedarte hasta tarde cuando yo lo hago―.
Hai Yun inclinó la cabeza reconociendo que era cierto. ―Lo sé, señora Sato, pero tenía que devolver llamadas y presentar archivos...―
―Ve a casa, cena y pasa tiempo con tu familia―, insistió Asami, levantándose de su silla. ―Yo haré lo mismo―.
―Sí, pero...―
―Bajaré contigo,― ofreció Asami, antes de que Hai Yun pudiera protestar, agarró su cartera, deslizando la correa sobre su hombro. Su espalda todavía estaba un poco tensa, pero la leve molestia si que era digna de ella.
Había disfrutado su primer día de regreso al trabajo tanto como esperaba, así como su viaje a una de las muchas fábricas de Industrias Futuro esa mañana, como incluso el papeleo que había hecho en su oficina esa tarde. Tenía que admitir que era mucho más productiva sin un niño pequeño y un bebé clamando por su atención.
¡Pero espíritus, los extraño! A pesar de lo movido que había sido su día, ya estaba ansiosa por ver las caras sonrientes de su familia cuando llegara a casa. Mi familia. Tengo una familia esperando cuando volverá a casa, que…
―Entonces, ¿qué hará esta noche?― Ella le preguntó a Hai Yun mientras se dirigían hacia las escaleras. ―¿Tal vez algo divertido o relajante?―
El rostro de Hai Yun cayó. ―Solo lo usual. Cuentos para la cena y la hora de dormir―. Ella vaciló, luego agregó: ―Por cierto, no necesitaré el tiempo que había solicitado para el mes que viene. Sin embargo, gracias por aprobarlo―.
―¿Qué? ¿Por qué no? ¿Pensé que ibas a llevar a los cachorros a ver a los padres de tu pareja?―
―Lo estábamos, pero...― La voz de Hai Yun se apagó. ―Viven en Yi, y las noticias que vienen de esa parte del Reino Tierra han sido preocupantes―.
El ceño de Asami se frunció. ―¿Preocupantes?, ¿cómo?―
―Solo, preocupantes. Ha habido incidentes―.
―¿Incidentes violentos?―
“Sin involucrar a mis suegros, pero ha habido combates cerca debido a los recursos. Las cosas aún no están resueltas en el Reino Tierra, ¿sabes? Y sin mi esposo…―
Asami asintió con simpatía. El compañero de Hai Yun había muerto durante el ataque de Kuvira a Ciudad República, eso también fue la razón por la que había regresado a la fuerza laboral. También era la asistente más inteligente que Asami había contratado, lo que la alegraba mucho de haber pasado por alto la brecha de tiempo en el currículum de la omega.
―No me había dado cuenta―, dijo Asami, más que un poco avergonzada. Antes del nacimiento de Hiroshi II, leía el periódico todas las mañanas con el desayuno para estar al tanto de los acontecimientos actuales. Ese habito se habia decaido al borde en algún lugar, entre las comidas nocturna y el cambio de pañales. Y tal vez comprensiblemente estoy agotada con la política después de todo con lo de Kuvira...
Hizo una nota mental para investigar aquel asunto más tarde, pero notó la incomodidad de Hai Yun y decidió cambiar de tema. ―Aún deberías tomarte el tiempo libre. Solo los dioses saben que eres invaluable, pero puedo hacerlo por mi cuenta durante una semana. Podrías invitar a tus suegros a que te visiten en lugar de ser al revés. ¿Han estado en Ciudad República?―
Hai Yun se iluminó. ―Están bastante arraigados a sus costumbres en la granja, pero supongo que no estaría de más preguntar―.
―Finge que estás pidiendo ayuda―, dijo Asami. ―Cuando Korra les pide a sus padres que nos visiten en Ciudad República, siempre afirman estar ocupados en el Polo Sur, pero tan pronto como les pedimos un tiempo con los cachorros, aparecen en nuestra puerta, durando dos semanas y negándose a irse...―
―Lo intentaré―, se rió Hai Yun. ―De hecho, podría llevar a mi madre a pasear en el tren―.
Asami le guiñó un ojo. ―Conozco a la persona que opera los ferrocarriles de Ciudad República. Puedo conseguirle un pase a primera clase―.
―Oh, eso no será necesario...―
―Considérelo parte de su bonificación―. Llegaron al primer piso, donde Hai Yun corrió hacia adelante para sostener la puerta a pesar de que Asami fue a por ella al mismo tiempo. ―Gracias―, dijo, ajustando su
bolso y despidiéndose alegremente de Hai Yun. ―Dile a tu familia que les mando saludo de mi parte―.
―¡Por supuesto! Mis chicos te adoraron en aquel último picnic de Industrias Futuro. No podían dejar de hablar de tu motocicleta―.
Asami rió. ―Tal vez en el próximo picnic, los dejaré montar en mis karts―.
***
El viaje a casa pareció alargarse más de lo habitual. Asami se encontró apoyándose contra el claxon una o dos veces, a pesar de que las ofensas de los otros conductores no eran tan reprobables. El trabajo había mantenido su
mente ocupada, pero ahora que lo había dejado en la oficina, anhelaba ver a sus cachorros y a su pareja. Esperaba que Korra hubiese preparado o pedido algo para la cena, porque su estómago gruñía. Había vuelto a caer en los viejos hábitos y había estado trabajado al mismo tiempo que almorzaba.
Finalmente, después de esperar demasiado en el último semáforo en rojo, aceleró hacia largo camino de la entrada a la Mansión Sato y se estacionó en su lugar habitual. Se desabrochó el cinturón de seguridad, apagó el motor y le dio Satomobile una cariñosa palmadita en el tablero antes de entrar para ver a sus otros seres queridos.
―¡Mamá!―
Un par de pequeños brazos rodearon las piernas de Asami tan pronto como abrió la puerta. Ella se echó a reír, inclinándose para levantar a su hija en brazos. ―¡Yasu!― Apoyó a la cachorro contra su cadera, viendo a Korra bajando las escaleras, acunando a Hiroshi en sus brazos. Estaba despierto y alerta, y alcanzó a Asami con sus regordetes puños.
―Hola mamá. ¿Buen día?― Korra llegó, plantando un casto beso en los labios de Asami antes de poner la cabecita de Hiroshi frente a Asami. Ella también lo besó antes de responder, tomándose un momento para inhalar su aroma familiar. Ella realmente lo había extrañado, los había extrañado a todos, pero él era tan pequeño ...
―Un día excelente, mami―, dijo Asami. ―Gracias por preguntar―. Yasuko comenzó a retorcerse, así que Asami la puso de vuelta al suelo y tomó a Hiroshi de las manos de Korra, sosteniéndolo contra su pecho, el pequeño se apegó más a el pecho, obviamente hambriento. ―¿Qué hay de ustedes tres? ¿Qué hicieron?―
―Bañar y leer,― gritó Yasuko, su voz resonaba en el vestíbulo.
-¿Oh? ¿De verás?― Asami miró a Hiroshi en busca de confirmación. Dejó de acariciar con la nariz para alcanzar un mechón de cabello que se le había escapado de la cola de caballo, tratando de metérselo en la boca babeante. Asami no se molesto en resistir. ―¿Y qué más?―
―Vino un cartero de color verde,― dijo Yasuko.
Asami arqueó las cejas y miró a Korra, que ya no sonreía. La expresión feliz había desaparecido de su rostro, aunque se apresuró de nuevo en reaccionar.Demasiado tarde, Asami dijo con sus ojos, dándole a su pareja una mirada fija.
Korra suspiró. ―Un mensajero. ¿Podemos hablar de eso después de la cena?― Asami suspiró. Por el tono de Korra, no sería una conversación agradable.
―Por supuesto. ¿Que estamos cenaremos?―
―¡Pescado!― Gritó Yasuko.
―¿Oh? ¿Solo pescado?―
―Algas fritas―, agregó Korra. ―Siempre debe haber algo verde en la comida―.
―Suena bien.―
Fueron a la cocina juntos, con Yasuko corriendo delante antes de regresar para tirar de la chaqueta de Asami. ―Vamos, mamá. Hambrieta.―
―Yo también, Yasu. Ten paciencia un minuto más―.
―No almorzaste, ¿verdad?― Preguntó Korra, dándole a Asami una mirada sospechosa.
Asami solo pudo ofrecer una sonrisa tímida. ―Tomé té―.
―Eso no es almuerzo. Vamos, comerás doble por lo menos, durante un mes más―.
Asami suspiró. Korra tenía razón. Debería manejar mejor sus comidas, al menos por el bien de Hiroshi. Una vez que entraron a la cocina, que olía bastante celestial como para hacer que se le hiciera la boca agua, se sentó en una de las sillas, le pasó a Hiroshi a Korra mientras se quitaba la chaqueta y desabotonaba la mitad superior de su blusa, luego se lo llevó de regreso para que él pudiera cenar primero.
Mientras Hiroshi era amamantado, Korra preparaba los platos, Asami comenzó a relajarse. El misterio del mensajero y su extraña conversación con Hai Yun permanecieron en su mente, pero se obligó a alejarlos. Este era un momento familiar, y no dejaría que sus preocupaciones lo arruinaran.
―Aquí―, dijo Korra, dejando su plato. ―¿Come por favor? Te ves pálida.―
―Tuve un gran día―, insistió Asami, pero tomó sus palillos y cavó en el cuenco humeante de pescado y algas. Como de costumbre, tenía un sabor maravilloso. Uno de los únicos aspectos positivos de los tres años de ausencia de Korra, era que había aprendido a cocinar y que utilizaba esas habilidades a menudo.
Con la ayuda de Korra, Yasuko se subió a su silla alta y comenzó a comer, la pequeña estaba comiendo con los dedos sucios en lugar de sus palillos diseñado para niños. ―Usa los palillos, amor―, reprendió Asami.
Yasuko hizo un puchero en su dirección. ―Son blandos―.
―Se mete en tu boca, no en tus manos―, dijo, tratando de ocultar su risa. Si dejaba ver eso, ella pensaría que esa visión era tierna, especialmente tierna porque Korra probablemente ayudaría a Yasuko a asearse, su hija solo tendría peores ideas.
Korra fue la última en sentarse en la mesa, pero no tocó su plato. En cambio, tomó a Hiroshi de los brazos de Asami y lo colocó sobre su hombro con un paño debajo de la barbilla. Una vez que se ocupó de él, ella lo acomodó en el asiento portátil que Asami había diseñado para él y finalmente se unió a ellos.
―Entonces, Yasuko―, dijo Asami, la curiosidad se apoderó de ella mientras se abrochaba la blusa, ―cuéntame sobre el hombre verde―.
―El car-yeo― Dijo Yasuko, parecía emocionada en corregir a su propia madre. ―Él trajo...― Su rostro se arrugó. ―Él trajo una carta.―
―¿Oh?― Preguntó Asami, pretendiendo no notar los silenciosos gestos de Korra para detener lo que pasaba. ―¿De quién era?―
―Kuvira―.
El aire salió precipitadamente de la habitación. Un escalofrío recorrió la espalda de Asami. A pesar de que sabía que Yasuko estaba esperando una reacción, no pudo detener la mirada de ira que apareció en su rostro. Las palabras brotaron en su mente, pero no sabía qué decir, así que se las tragó, trabajando contra un nudo doloroso que se había alojado en su garganta.
Aún luchando, miró a Korra, sin saber si su expresión era de ira o impotencia. Ambas arañaron sus entrañas, empeorando su confusión.
―Te lo iba a decir más tarde―, dijo Korra, a modo de disculpa.
Asami respiró hondo. No había necesidad de dirigir su enojo hacia Korra solo porque alguien había mencionado a Kuvira.¿Qué tipo de ejemplo sería ese para Yasuko? ―Ya veo―, dijo, regresando a su comida sin una palabra más. Comió en silencio y de manera rápida, tratando de no quedar atrapada en una espiral de pensamientos oscuros.
Mientras terminaba de cenar, Korra hizo un trabajo admirable al mantener distraída a Yasuko. Ella reía y bromeaba con su hija, haciendo un esfuerzo adicional para mantenerla ocupada. Vagamente, Asami estaba agradecida. No estaba en condiciones de entretener a su cachorro.
¿Qué podría querer Kuvira? ¿Está tratando de atormentarnos? ¿Va a ofrecer una disculpa vacía antes del juicio, para parecer más simpática? ¿Qué podría tener que decirnos?
Tocó el fondo de su cuenco con sus palillos, sin apenas darse cuenta de que había terminado su comida. Apenas había sentido el sabor de eso, aunque su cuerpo obviamente había estado desesperado por combustible.
―Creo que es hora de una historia, y luego a la cama―, dijo Korra, hablando lo suficientemente alto como para sacar a Asami de su aturdimiento.
―Oh. Por supuesto. ¿Quieres que te lea algo, Yasu?― Eso puso una sonrisa en el rostro de Yasuko. ―¡Si!―
―Limpiaré aquí―, dijo Korra, levantándose para llevar la primera ronda de platos al fregadero. ―Hiroshi y yo lo tenemos bajo control. ¿Verdad, amigo?―
Al escuchar la voz de Korra, Hiroshi giro la cabeza hacia ella y le dio una gran sonrisa desdentada.
El nudo de tensión en el pecho de Asami no se deshizo, pero se aflojó. Ella se puso de pie y alborotó el cabello de Yasuko. ―Vamos. ¿Qué historia quieres esta noche?―
***
Asentar a Yasuko fue más fácil de lo que Asami esperaba. Normalmente, su hija protestaba al momento en que se le mencionaba la hora de acostarse, pero Korra debió haberla agotado, porque se quedó dormida antes el final de la historia. Asami cerró el libro sobre los pingüinos nutria y el perro oso polar, devolviéndolo a la estantería de Yasuko y metiendo la manta del cachorro debajo de su barbilla. Ella se demoró por un unos momentos, mirando a su hija, sintiendo adolorido su corazón.
Parece que estuvo en una cuna ayer. Ahora tiene su propia cama. Está creciendo tan rápido... lo suficientemente rápido como para saber quién es Kuvira ahora. Asami frunció el ceño mientras consideraba lo que Korra podría haberle dicho a su cachorro. Esperaba que no mucho. No pudo superar el impulso de proteger a Yasuko de las cicatrices que le había dejado la guerra.Ella solo tiene cuatro años. Es muy pequeña. Demasiado joven para entenderlo.
A regañadientes, salió de la habitación de Yasuko, lanzando una última mirada a su cachorro dormido antes de cerrar la puerta. Korra estaba esperando en su habitación, inclinada sobre la cuna de Hiroshi. Estaba durmiendo plácidamente, y Asami le dedicó una pequeña sonrisa, acercándose para acariciar su cabello. Sus párpados temblaron, pero él no se movió.
―Hola―, dijo Korra, ofreciéndole a Asami una sonrisa triste.
Asami pasó sus brazos alrededor del cuello de Korra y la besó. Era casto y con la boca cerrada, pero todavía lleno de afecto. A pesar de todo, había extrañado desesperadamente a su pareja todo el día. ―Hola. Probablemente deberíamos hablar―.
―Probablemente.― Korra bajó la cabeza, acariciando el hueco del cuello de Asami. ―Pero no quiero―. Aferrándose a la piel sensible de ella y comenzó a succionar, pero Asami tiró de su cabello.
―No intentes distraerme con sexo. No funcionará―.
Korra retrocedió arrastrando los pies con una mirada culpable. ―Valió la pena intentarlo.―
―¿Por qué te escribió Kuvira?―
―¿Honestamente? No lo sé. Ella dice que es un asunto de «gran urgencia» que necesita discutir conmigo―.
El estómago de Asami se hundió como una piedra en el agua. ―Así que quiere que la visites en la cárcel―. Era una afirmación, no una pregunta.
―Si pero...―
―Si es tan importante, podría haberlo incluido en la carta. Esto es manipulación, simple y llanamente.Quiere algo de ti, tal vez ayuda con su juicio…―
Korra le tocó el brazo y se quedó en silencio. Ella se estaba desahogando, y sin una buena razón. O quizás muchas buenas razones. Ella tenía cada razón para odiar a Kuvira y todo lo que ella representaba, y podía sentir ese odio agitándose en sus entrañas cuanto más tiempo se asentaba en ella.
―No creo que sea un truco, Asami. Kuvira y yo nos comprendemos―.
Nos comprendemos.
Aquella palabra sabía a bilis en la boca de Asami, a pesar de que no fue ella quien la había pronunciado.
Korra le había contado sobre la confrontación final con Kuvira en el Mundo de los Espíritus, cómo la Gran Unificadora había admitido sus fechorías y se había rendido, pero rendirse era lo lógico con el Avatar mirándote. Incluso alguien tan fuerte como Kuvira no era inmune.
El poder de Korra incluso me intimida a veces, y somos compañeras. Rendirse no significa que Kuvira esté realmente arrepentida. Incluso si lo está, ¿quién dice que merece el perdón?
―¿Qué tipo de comprensión podrías tener con alguien como ella?"
Korra suspiró, pellizcando el puente de su nariz. ―No estoy perdonando lo que hizo, pero sus acciones surgieron de un lugar lleno de desconfianza y temor. Yo necesito creer que ella hubiera tomado otras decisiones en distintas circunstancias. Es como le dije a Yasuko: Kuvira no tenía equilibrio. Debes tener equilibrio dentro de ti misma antes de poder traer equilibrio al mundo―.
―¿Yasuko?― Asami movió la boca con incredulidad por unos momentos, luchando para formar palabras. Le temblaban las manos y apretó la mandíbula. Su hija. Korra había expuesto a su hija a la manera de pensar de Kuvira. A las cosas horribles que había hecho. ―¿Le dijiste a Yasuko sobre lo que hizo Kuvira?―
Los ojos de Korra se agrandaron. ―Bueno, sí. Ella preguntó, así que le expliqué...―
―¡Tiene cuatro años!―
―Lo sé pero...―
―¡Cuatro, Korra! Kuvira tenía campamentos de guerra. Ella destruyó Ciudad República. Ella mato a mi padre. ¿También le dijiste eso a Yasuko?―
―No di ningún detalle...―
―No me importa.― Asami no notó las lágrimas de enojo que brotaban de sus ojos hasta que cayó de su barbilla. Se las secó con el dorso de la mano, sorbiendo las lagrimas para tratar de recuperar algo de control.No le daré a Kuvira tanto control sobre mí. Jamas. Especialmente mientras ella está en prisión y yo aquí.
―Ve a verla si quieres―, dijo, con un escozor en la garganta cuando forzó a que las palabras a salir.
―Haz lo que creas que es correcto. Pero no me acercaré a ella, y no quiero que le digas a Yasuko nada más sobre ella―.
Una arruga surcó en la frente de Korra y entrecerró los ojos. ―Siento no haberte hablado de esto primero. Acaba de suceder. Pero Yasu también es mi hija. Mi opinión importa aquí―.
Asami apretó los dientes. Casi soltó algo cruel. Algo sobre cómo Korra había abandonado el derecho a tomar decisiones tan importantes con respecto a sus hijos cuando los había abandonado. Pero hizo a un lado ese resentimiento, nadando hacia aguas más tranquilas como si fuera un nadador varado en el mar. Hacía mucho que había perdonado a Korra, y el resentimiento no la haría sentir mejor.
―Voy a tomar una ducha. Necesito refrescarme―.
La mirada seria de Korra se desvaneció y asintió débilmente a Asami. ―Está bien.― Ella vaciló, luego agregó: ―Si quieres que duerma en una de las habitaciones de huéspedes...―
―Por supuesto que no. El hecho de que esté enojada no significa que te echaré de la cama a patadas. Hemos superado ese tipo de inmadurez, ¿no es así?―
―Si.― Vacilante, Korra tomó la mano de Asami y ella dejó que la tomarla. Ambos se apretaron mutuamente, y Korra le dio un beso en los nudillos antes de dejarla ir. ―Estaré en la cama, ¿de acuerdo? Tome todo el tiempo que necesites. Te amo.―
―Yo también te amo.― Asami le dio a Korra una sonrisa forzada y se dirigió al refugio del baño.
Una vez que estuvo sola, oculta por el tamborileo del agua al golpear el suelo, se permitió seguir llorando. Se quedó allí, temblando, porque los Espíritus sabían cuánto tiempo, pensaba en su padre. Sobre su ausencia. Sobre Yasuko y Hiroshi II. Sobre cómo sus hijos crecerían sin nunca escuchar su voz o ver su sonrisa.
Mi hijo nunca conocerá a su tocayo. Yasu solo lo vio unas pocas veces. ¿Ella siquiera lo recordará?
Probablemente no. Ella era tan pequeña. Su padre nunca podría llevar a Yasu y Hiro Go-Karting. Jamás los vería aprender artes marciales. Jamás les enseñaría a reparar un motor. Y algun día, cuando Asami les heredara a sus hijos su empresa, suponiendo que algunos de ellos mostrara aptitudes para los negocios, nunca conocerían al hombre que la había fundado. A pesar de
sus culpas y errores, Hiroshi había hecho cosas increíbles en su vida.
Una voz que sonaba sospechosamente como la de Korra sonó en su cabeza.
Perdonaste a tu padre e hizo cosas horribles. ¿Es tan diferente el deseo de Korra de entender las motivaciones de Kuvira?
Agarró el jabón con una mano temblorosa y empezó a enjabonarse, esperando poder borrar sus pensamientos y sentimientos. Desafortunadamente, no tuvo mucha suerte.